¿Dónde quedan los sueños? ¿Dónde queda la inocencia? ¿Cuánto hay en un niño del adulto que será? ¿Cuánto hay en un adulto del niño que fue? Cuando somos niños jugamos a la mamá y el papá, a la guerra, a la oficina, a ser médicos….en realidad jugamos a ser grandes. Nos enseñan a jugar a un juego que cada uno reinventa a su manera ¿Esos juegos de la infancia son algo así como nuestros ensayos de la vida futura? Cuando eres niño los juegos no tienen consecuencias, pero cuando eres grande el resultado del juego es definitivo. Todos los juegos tienen unas normas, no se puede juega sin ellas, pero cuando el juego deja de ser un juego de niños ¿es posible querer jugarlo con las mismas reglas? Para un niño jugar es desear, soñar. Para un adulto a veces vivir es obsesionarse con que la vida sea como soñaste, jugando. Jugar es ensayar, es explorar los límites, las posibilidades de lo que llegaremos a ser. Cuando eres niño y termina el juego todos los muñecos vuelven a la caja y mañana sigue, pero cuando eres grande fin de juego significa fin de juego.
La vida va cambiando silenciosamente, pero no solo la vida cambia, sino que también cambia nuestra manera de ver la vida. Es tiempo de cambios. A veces hay que ponerte los pantalones, tomar la iniciativa y hacer el cambio. Saber a qué cambios o cuando es tiempo de cambiar es algo muy difícil, pero tal vez de eso se trate ser adulto. Darle tiempo a algo es dejarlo madurar, es tener la valentía de saber esperar. Dejar pasar el tiempo es tener la cobardía de no hacer lo que quieres hacer cuando lo quieres hacer. Madurar es tal vez aceptar los cambios que vienen con el tiempo y saber que no es una cuestión de edad, puedes tener quince y ser muy maduro o cincuenta y ser infantil. Hoy quiero ser una mujer que sabe cuándo es tiempo de cambiar, dejar de ser una niña y aprender a aceptar los cambios que trae el tiempo y aprender a distinguir cuando es tiempo de cambiar.