Hace tiempo que con tan solo pensar en salir a la calle por las mañanas ya me angustio. Gente por la calle, gente en el metro, gente en el autobús, gente en la cafetería, gente en la oficina… ¿Pero de dónde demonios sale tanta gente?
Resulta que por mi zona viven muchos alumnos erasmus, enlatados de cuatro en cuatro en pisos de sesenta metros cuadrados. A veces escucho a la gente hablar de ellos y decir: “Pobres ilusos… llegan a España con la idea de que pasarán el mejor año de sus vidas universitarias…” ¡No sé de qué se extrañan si es sabido por todo hijo de vecino que nuestro sistema educativo es de lo mejor! Y claro, embaucados por la tortilla, el jamón, las sevillanas y los toros, las joyitas de este país, se vienen encantados a pagar nuestras tasas universitarias, que tampoco son tan caras como andan diciendo por ahí.
Otros son los inmigrantes. Entiendo que pongan sus vidas en peligro para cruzar el mar en peores condiciones que Leonardo DiCaprio en el Titanic porque, claro está, España es la tierra soñada por cualquier ser humano. Nuestro gobierno lo sabe y claro, está encantado de aceptar a todo aquel que quiera venirse… pero como somos tantos les damos pasaporte a Francia, Portugal, o a su país de origen si es necesario, porque la lista de espera para vivir en España es más larga que la de invitados a fiesta de navidad de Isabel Preysley.
Tienen que entendernos, si es que no damos a basto. Que sí, que cuando terminan su carrera muchos universitarios se van fuera, y vale no admitimos que en España viva cualquiera –porque aquí somos de categoría Champions y no podemos bajar a Europa League-, y que sí, que todos esos que se van (no entiendo por qué) dejan un huequecito de unos cientos de miles… pero es que no nos gusta vivir apretaditos.
Pero nada, pensando un poco en todos, y siendo generosa, quizás lo que nos sobra no es gente, sino que el problema es que nos falta sitio. Tendré que proponer en change.org que España, al más puro estilo “Farmville”, solicite ampliación de territorios, a ver si Portugal nos da un trocito. O quién sabe, dentro de nada es posible que contemos incluso con Gibraltar.